A la niña de la niña de mi alma... Con amor, el autor.
Todo es una historia de amor.
Ese amor es el silencio qué contiene todo y ese todo, como he dicho antes, es sólo amor.
Tu eres mi oracion.
Rezo si digo tu nombre.
Rezo si en ti pienso.
Y sólo, ante ti tiemblo.
Todas las historias de amor son amor en algún momento. Luego pasan, a ser más tristes, pues son las historias de un yo qué pide. Pero, en un momento infinito, sólo el amor existe.
En una película, ese abrazo que se sostiene en el lunes donde todo es premura.
El amor es directo como la más profunda ternura.
Ternura, es amor en directo.
Es ese calor del infinito que te envuelve.
Es ternura el instante en que te protejo.
A mi, me elevas a rango de caballero y, cortesmente ruego que circules a mi siniestra pues si, en algún entuerto tuviera, presto, que usar mi brazo para desenvainar el acero que defendiera tu alma, tu hacienda o tu reino.
La cena enfrente a una vela en un bar disfrazado de elegante es un palacio si te vuelvo a mirar.
A la niña de la niña de mi alma sólo la puedo así amar.
Te pido perdón por mi torpeza de no saberme mejor expresar y permite mi miseria se atreva a ti a soñar.
...no le busques sentido, no lo tiene.
miguel mochales, maestro zen.
miércoles, 4 de marzo de 2009
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